He aquí, con 23 años, tratando de escribir un blog que me permita descubrirme a mí misma.
No es cierto, tengo bastante claro quién soy. Soy la hija de mi padre.
Hay una constante en los descubrimientos que uno va haciendo todo el tiempo, y es esa sensación de satisfacción de que te conoces un poquito más, de que sabes donde estás parada sin importar que no sepas con exactitud hacía donde vas.
¿Por qué digo soy la hija de mi padre?
Mi padre ha sido la persona que ha marcado mi vida, para ver el mundo desde su perspectiva, él dice «Sentimientos a flor de piel, esa es mi herencia para ti».
Mi padre dice muchas cosas del amor y de la vida, él dice «No creo en el matrimonio, pero creo en el amor, creo en las medias naranjas, creo que sin importar las veces que me hayan roto el corazón, el amor es lo mejor del mundo, es la cosa más maravillosa y si te rompen, te levantas, te reparas, armas tu rompecabezas y estás listo para lo que sigue, no me da miedo amar, porque me sé reponer».
Así que soy la hija de mi padre, no empeñada en encontrar una media naranja, pero con la inmensa capacidad de mirar hacia adentro, de mirar dentro de mí, de aceptar mis errores, de tener la capacidad de armar mi rompecabezas, de reconstruir las cosas que he hecho mal, de cambiar.
Aceptar que tienes que cambiar, es primordial en la vida, no todas las personas tienen la capacidad de cambio, porque no todas las personas tienen la capacidad de ver hacia adentro de sí mismos.
Así que el constante camino del descubrimiento, es siempre mirar hacía adentro de nosotros mismos, y aceptar, dejar ir, soltar, perseverar, ser feliz, y mejorar, mejora tu vida ahora, porque nadie vendrá a hacerlo por ti.